“Tus ojos parecen tristes cuando sonríes”

Adelaide salió del bañó y regresó al salón. La fiesta no se había parado, y el alcohol seguía consumiéndose entre conversaciones de todo tipo, unas más animadas que otras. Entre gritos  y susurros. Dániel había desaparecido, él la había invitado a aquella “reunión de amigos” como él la había denominado, en su casa.  Seguramente se habría perdido con alguna de las chicas que había en ella, pensó Adelaide, concretamente la gemela de ojos verdes que le había presentado como Charlotte. A quien pretendía engañar, era Dániel, una no le había saciado, seguramente se había perdido por alguna de las habitaciones superiores de su casa. Charlotte y Marie. Si, seguro que Dániel no habría dejado escapar aquella oportunidad de cumplir una fantasía que tantas veces sabía que él había tenido, y también realizado. Como podía seguir “chiflándole” aquello, se preguntó.

-¡UPS! Disculpa. ¿Has visto a nuestro escritor?-Preguntó Marcelo tras chocar contra ella y verter parte de su copa a escasos centímetros de ella.

-Nada. No, fui al baño y al volver ya no estaba.

-A saber…miedo me da. Bueno, voy a ver si lo encuentro.

-Okay.-Adelaide se acercó a la mesa y tomó una copa llena de Champange a la cual dio un sutil sorbo. Marcelo era un chico de la edad de Dániel, era prácticamente su hermano, aunque Dániel era hijo único, él y Marcelo se conocían desde la universidad. Y al igual que ella, era uno de los únicos amigos de Dániel. Siempre bien vestido con sus jersey de colores y sus vaqueros bien planchados. Y como olvidar su pelo despeinado y sus gafas de montura gruesa y negra. Si Dániel tenía toda la pinta de ser un romántico, un bohemio que gustaba vestir de camisa y corbata, sino traje, Marcelo tenía toda la pinta de un dandy inglés. Y ella…ella…bueno ella era distinta. Conocía a Dániel desde mucho antes que Marcelo. Aunque realmente su relación de amistad verdadera comenzó tan solo un año antes de que él entrara en la universidad, que de aquello ya habían pasado ocho años. Pero ella lo conocía de antes, aunque su relación nunca había sido muy estrecha. Todo comenzó a estrecharse a raíz de que Dániel perdiera a quien amaba; el amor de su vida y su última pareja. Echo que les hizo en dicha desgracia unirse más. Aunque desde entonces Dániel había cambiado mucho. Había pasado de ser el chico perfecto para cualquier chica,  al chico perfecto que se había privado de volver a amar. Porque como él había dicho tras la ruptura “nunca podría amar a nadie más”, cosa que desde sus veintiún años hasta los veintiocho que cumplía aquella noche, había hecho. Sin haber vuelto a tener nunca novia; a pesar de haber estado con muchas chicas y nunca de manera sería desde entonces. Y extrañamente, esas chicas lo adoraban, pues él siempre les iba con la verdad, y aunque su relación durara escasos meses, pues no pasaban de unos pocos, o unas horas de pasión entre las sabanas, Dániel se encargaba de tratarlas como princesas durante el tiempo que durara y al concluir su relación, seguía tratándolas con cariño y aprecio, haciéndolas sentir de una manera que era difícil de explicar; si no imposible.

               Por supuesto, Adelaide nunca había experimentado nada de eso. Su relación con Dániel era puramente de mejores amigos. Aunque en algún momento se había sentido atraída por él y por su trato cariñoso; así como pos su aureola de romanticismo e idealismo, pero él la miraba como la amiga querida que no era del todo una chica.

-Nada, no lo doy encontrado. Seguramente se habrá perdido.-Comentó irónicamente Marcelo, regresando a su lado y apoyándose sobre la mesa.

-Sí…la casa es muy amplia. Seguro que aún no sabe cuántas habitaciones tiene, a pesar de llevar viviendo tres años ya en ella.

-Jajaja, sí, suele pasar.

               Adelaide no sabía si eso podía pasar realmente, pero si sabía lo que pasaba por su cabeza. Dániel la había invitado entre comillas, o más bien obligado a ir para que se despejara. Y es que como siempre, las cosas se le habían torcido. Su pareja, nuevamente y para variar, le había hecho una putada y sumado a la lista de “ex”. Así que Dániel aprovechó la fiesta de su veintiocho cumpleaños barra la publicación de su próximo libro, como la excusa perfecta para sacarla de casa. Pero sus ánimos no habían mejorado. Otra vez le había salido rana. Y temía saber por qué. Sabía por qué. El por qué que le hacía estar con chicos que sabía que no estaban a las alturas de sus expectativas. Solo el que pasaba por su cabeza lo estaría. Y lo había descubierto, o más bien auto reconocido hacía cosa de dos años.

-¡Hey!

-¿Si, qué pasó?

-Nada jajaja que te estoy hablando y estás en tu mundo.

-Perdón, Mar. Estaba pensando.-Se disculpó sacudiendo la cabeza para pasar  la sonrisa de Dániel a un segundo plano y sonriendo.

-Tus ojos parecen tristes cuando sonríes-Apuntó Marcelo mirándola fijamente.

-¿Disculpa?

-Nada, que me gustan. Y tú…

 

[Continua(ra)…]